No yo, sino él, reciba amor y honra;
no yo, sino él, en mí ha de reinar;
no yo, sino él, en todo cuanto haga;
no yo, sino él, en todo mi pensar.
No yo, sino él, a confortar mis penas; no yo, sino él, mis llantos a enjugar;
no yo, sino él, a aligerar mis cargas,
no yo, sino él, mi duda a disipar.
Jesús, no más diré palabra ociosa;
Jesús, no más, quisiera yo pecar;
Jesús, no más, me venza el orgullo;
Jesús, no más, inspire el “yo” mi hablar.
No yo, sino él, lo que me falta suple; no yo, sino él, da fuerza y sanidad; Jesús a ti, mi espíritu, alma y cuerpo, lo rindo hoy por la eternidad.