Cristo, ya la noche cierra;
al turbado da solaz;
nuestro error te confesamos;
da reposo, calma y paz.
Cuando el enemigo asalte
y ande en torno destrucción,
que tus ángeles, oh Padre,
den amparo y protección.
Aunque lóbrega la noche,
siempre vernos tú podrás
vigilante, sin cansarte,
a tu pueblo guardarás.
Si la muerte nos alcanza
en el lecho nuestro aquí,
que Jesús en su gran día
nos despierte en gloria allí.