Preste oídos el humano
a la voz del Salvador, regocíjese el que siente el pecado abrumador. Ya resuena el Evangelio de la tierra en la ancha faz y de gracia ofrece al hombre el perdón, consuelo y paz.
Vengan cuantos se acongojan
por lograr con qué vivir, y en su afán tan sólo rinden
servidumbre hasta el morir. Hay vestido más precioso, blanco, puro y eternal; es Jesús quien da a las almas ese manto celestial.
Vengan todos los que sufran, los que sientan hambre y sed, los que débiles se encuentren, de este mundo a la merced.
En Jesús hay pronto auxilio, hay hartura y bienestar; hay salud y fortaleza
cual ninguno puede dar.
¿Por qué en rumbo siempre incierto
vuestra vida recorréis?
A Jesús venid, mortales,
que muy cerca le tenéis.
El es vida en cielo y tierra,
y el exceso de su amor
os mejora la presente
y os reserva otra mejor.