Ven a nuestras almas, Paracleto Santo, tráenos del cielo, de tu luz un rayo.
Fuente de consuelo,
dulce y soberano; huésped de las almas; celestial regalo.
Ven, divina llama,
prende en el cristiano, y su pecho llena del amor sagrado.
Dales de tu gracia el favor preclaro, la salud eterna, gozo continuado.