En brazos del Maestro,
segura y sin temor,
reposa el alma mía
en su eternal amor.
Que rujan tempestades
y recio vendaval,
¡mi Dios está conmigo,
no temeré el mal!
¡Mi Dios está conmigo,
no temeré el mal!
Donde el Señor me guíe
contento siempre iré.
A mi Pastor amante,
confiado seguiré.
Su voz me reconforta,
su faz es cual la luz.
Recorro mi camino
siguiendo al buen Jesús;
recorro mi camino
siguiendo al buen Jesús.
Veré las deleitosas
Praderas del Edén,
y cielos tan azules
cual nunca aquí se ven.
Mi alma lo desea;
es grande el galardón,
Jesús, mí don preciado,
me da su salvación;
Jesús, mi don preciado,
me da su salvación.