Se pone el fulgurante sol. Por la tranquilidad rural
la queda suave oímos dar:
¡ Hermano, esta hora es la final!
Es la hora del ocaso, en que
la obra de siglos se ha de hacer,
llevando el Nombre salvador a los perdidos, por doquier.
Perdido has mucho cuando allí
ocioso estabas sin llevar precioso trigo al alfolí;
por eso debes hoy llorar.
Los pasos de él sentimos. ya. ¡A trabajar! Pues su eternal amor y fuerzas hoy nos da. ¡Hermano, esta hora es la final!