Solitarios corazones que podemos consolar,
de cansancio y desengaños van rendidos, al pasar.
Infundámosles valor en la senda terrenal.
¿Les negamos nuestro amor? ¡Ay!, ¿por qué egoísmo tal?
Coro:
Rescatad de su mal
y salvad al mortal;
socorredlo con amor,
y llevadlo al Salvador.
Con desprecio no miremos su sendero al transitar;
las heridas de sus almas acudamos a vendar.
Ese bálsamo de paz, eficaz,
consolador,
en sus llagas hoy verted
corno ofrenda del amor.
Se deslizan, y perdemos, eslabón tras eslabón,
de los muchos que nos ligan, corazón con corazón.
Mas el sembrador del bien, fruto bueno ha de segar.
¡A los campos blancos, pues! Y por Cristo, ¡a trabajar!