Cristo, mi piloto sé
en el tempestuoso mar.
Fieras ondas mi bajel
van a hacerlo zozobrar.
Mas si tú conmigo vas,
pronto al puerto llegaré.
Carta y brújula hallo en ti.
¡Cristo, mi piloto sé!
Todo agita el huracán
con indómito furor;
mas los vientos cesarán
al mandato de tu voz.
Y al decir que haya paz,
cederá sumiso el mar.
De las aguas, tú el Señor,
eres mi piloto fiel.
Cuando al fin cercano esté
de la playa celestial,
sí el abismo ruge aún
entre el puerto y mí bajel,
en tu pecho al descansar
quiero oír tu voz decir;
Nada temas ya del mar,
tu piloto siempre soy.