Aquí mis días ya se van,
de pobre peregrino.
Que vuelen, pues llevarme han
a mi feliz destino.
Llegamos a la orilla ya,
muy pronto pasaremos,
y enfrente deslumbrante está
la patria que buscamos.
Ceñid los lomos con valor,
leales compañeros;
delante ved el resplandor
de valles placenteros.
De nuestro Jefe oíd la voz:
"Que toda lámpara arda;
sé fiel; haz prosperar tu don,
y lo que tienes guarda".
Aunque amenace el porvenir, constantes cantaremos.
Después de tanto aquí sufrir,
en Dios reposaremos
Jamás mundana tempestad
perturbará el reposo;
él nos dará la eternidad
de incomparable gozo.