¡Oh santo Dios!, tu tierno amor
es nuestro fiel consolador.
Cual Padre amante, tú nos das consuelo,
alivio y solaz.
Tu hijo fiel, que ya durmió,
la copa amarga apuró.
La vida que le diste aquí
de nuevo la ha devuelto a ti.
Sus obras acabadas ya,
el galardón le espera allá.
Y con la hueste angelical
tendrá la vida eternal.