¡Oh Jesús, Pastor divino!
Acudimos a rogar
que desciendas amoroso
tus corderos a buscar.
¡Oh Pastor!, ven, tu rebaño
te reclama sin cesar,
te reclama sin cesar.
Al herido del pecado
no le dejes sucumbir;
al que va por otra senda
déjale tu voz oir.
¡Ven, Pastor!, el lobo llega
y nos quiere destruir,
y nos quiere destruir.
Guíanos por tus senderos
al aprisco del amor;
llévanos cual corderitos
en tu seno bienhechor.
Guía, sí, a tus corderos,
amantísimo Pastor,
amantísimo Pastor.
Oye, Cristo, nuestro ruego,
oye nuestra petición;
ven, ampara a tu rebaño
con tu santa protección.
Te lo piden tus corderos
con humilde corazón,
con humilde corazón.