Jerusalén, la excelsa,
llegar anhelo a ti;
mi sueño y mí esperanza
al transitar aquí.
La grey, que ya tus glorias
en lontananza ve,
depone sus afanes,
y vive por la fe.
Jesús te está alumbrando,
y tú le das honor
a Aquel que fue inmolado,
tu Esposo y Redentor.
¡Qué gozo me es,
tranquila, eterna habitación,
saber que en ti termina
mi peregrinación!
Mi dulce patria amada,
¿mí gozo tú serás?
Feliz mansión soñada,
¿contemplaré tu faz?
¡Ten gozo, tú que gimes
y triste siempre estás,
pues con Jesús, sublime,
por siempre reinarás!