A veces oigo un himno
cual yo jamás os:
es cántico divino,
igual no conocí;
es santa melodía
que expresa tierno amor;
es célica armonía
que exalta al Creador.
Coro:
¡Oh, música divina!
¡Oh, canto del Edén!
Es eco de la bella,
feliz Jerusalén.
¡Qué dulce paz yo gozo
oyendo un canto tal!
El mundo tenebroso
olvido y todo mal.
Más dulce que las voces
del viento y del mar
es el cantar que llega
del trono celestial.
El cántico sublime
cual sueño llega a mí;
paréceme su ritmo
cual brisas del jardín.
¡Dichoso pensamiento!:
salvado yo seré,
y con los redimidos
el himno entonaré.