Al contemplar la excelsa cru
zdo el Rey de gloria sucumbió,
tesoros mil que ven la lu
zcon gran desdén contemplo yo.
No me permitas, Dios, gloriar,
más que en la muerte del Señor;
lo que más pueda ambicionar
lo doy gozoso por su amor.
Si la riqueza terrenal
pudiera yo a mis plantas ver,
pequeña ofrenda mundanal
sería el írsela a ceder.
Aquel dolor tan grande y cruel
que así sufrió mi Salvador
demanda que consagre a él mi ser,
mi vida y mí amor.