Dejo el mundo y sigo a Cristo,
pues el mundo pasará;
mas el tierno amor divino
por los siglos durará.
Coro:
¡Oh, qué amor inmensurable!
¡Qué clemencia, qué bondad!
¡Oh, la plenitud de gracia,
prenda de inmortalidad!
Dejo el mundo y sigo a Cristo.
Mí alma en él consolaré.
Sé que él vela mis pisadas;
su bondad ensalzaré.
Dejo el mundo y sigo a Cristo,
mi benigno Salvador;
en mis peregrinaciones
brille en mí su resplandor.
Dejo el mundo y sigo a Cristo.
Confiaré yo en su cru
zhasta que sin velo mire
cara a cara a mí Jesús.