Si acaso te dejo, Jesús, ¿a quién voy? después de haber visto tu faz,
de oírte y hablarte, ser íntimos hoy,
me invade cual nunca tu paz.
Me siento feliz en tu gracia, Señor,
y anhelo seguir siempre así.
Ansió vivir a tu lado no más,
y juntos así recorrer
tú y yo los caminos: los tuyos de paz,
y éstos de afán y deber.
Se extasía mi espíritu en la comunión
que goza en tu fiel amistad. ¡Oh Cristo, Dios mío, ya en mi corazón
hiciste nacer la piedad!