Sol de mi ser, mí Salvador,
contigo vivo sin temor;
no quieras esconder jamás
de mí la gloria de tu faz.
Al sueño blando al entregar
mi cuerpo para descansar,
en tu promesa confiaré:
“Ven, hijo, te protegeré”.
Dame, oh Señor, al despertar,
gracia divina y bienestar,
y al caminar a tu mansión,
cólmame tú de bendición.