Te quiero, te quiero, te quiero, Señor;
te quiero, Dios mío, mi fiel Salvador: a ti y a tu iglesia, tu casa, tu altar; mas cuánto, mis obras te lo han de mostrar.
Placer indecible, profundo, eternal; me encuentro en la cumbre de gozo
inmortal;
contemplo, arrobado, su gloria sin par,
y anhelo a Cristo y al cielo volar.
Concédeme, oh Cristo, tu fuerza y virtud,
tu gozo, tu vida, reposo y salud.
Tu gracia, de mi alma es la inspiración;
tu amor y tu nombre, mi santa canción.
Oh Cristo, ¿a quién como tú puedo hallar?
Tu voz me consuela, me ayuda a cantar.
Tú ligas a mi alma con cuerdas de amor.
Te cantan mis labios con todo fervor.