Condúceme, Maestro, por tu bondad,
y así jamás me falte seguridad;
no puedo un solo paso sin ti andar;
oh, mi Jesús, sé siempre mi Luminar.
En tu amor envuelve mi corazón,
y dale paz y calma en la aflicción;
que halle en ti reposo allá en la cruz,
que siempre me halle cerca de ti, Jesús.
Y cuando fuerte azote la tempestad,
y al alma desanime la adversidad,
condúceme, Maestro, por tu bondad,
y así jamás me falte seguridad.